Bienvenida

Este blog no está dedicado a un tema en específico. Ni tiene como concepto principal el informales sobre hechos en particular. La idea es crear un espacio donde ustedes y yo hablemos un poco de todo. Quizá algún día intercambiemos ideas sobre cine o de literatura o de política o de televisión o de ecología o de hechos cotidianos. Lo importante es que se pueda hablar de todo lo que nos preocupa o interesa, no sólo en este México que parece caerse a pedazos sino en todo el mundo.

Aunque claro, habrá que tomar en cuenta que no podemos caer en vulgaridades, pues creo que muchos de nosotros estamos capacitados para evitar ese tipo de cosas y podemos demostrar que no llegamos tarde a la repartición de cerebros.

lunes, 20 de diciembre de 2010

De la animación mexicana

Después de revisar y leer varios blogs sobre animación mexicana (algunos demasiado yoístas, agresivos y hechos, pareciera, por niños berrinchudos que sólo quieren llamar la atención),  he decidido escribir algo sobre ello. En  mi corta experiencia en estudios de animación y agencias de publicidad he notado que los animadores mexicanos, no todos aclaro, son una especie aparte. ¿Por qué? Uno: Como son genios, creativos y talentosos a más no poder, nadie les puede decir nada, ni criticar su trabajo... porque todo lo que hacen está bien hecho. Dos: Han aprendido a animar, como muchos lo hemos hecho, aquí y allá sin un marco educativo completamente riguroso, y eso, desde su punto de vista, los hace "todólogos"  ya sea en un cortometraje, un largometraje o un simple anuncio de unos cuantos segundos. Tres: Siempre está primero el relajo, la fiesta y levantar el codo que el trabajo y ya que se acercan las fechas de entrega entonces sí a desvelarse porque el trabajo se tiene que terminar. Cuatro: Los "jefes" o "mandamases" siempre cobran, pero no todos los del estudio tenemos la misma suerte. Me tocó, hace ya algunos años, que como "ellos" me iban a dar la oportunidad de "hacerme de experiencia" no me pagarían  durante un buen tiempo, al cabo lo que importaba era "la experiencia"... como si yo no fuera a comer durante esos meses. Pero  "ellos" sí cobraban, al cabo ya tenían experiencia. Cinco: Y ya que hablamos de la lana, no se vale que muchos engrosan sus filas con chavos que van saliendo de la escuela a quienes ponen a trabajar en sus "producciones", pero no les pagan porque  les dan la oportunidad de "aprender y adentrarse en el medio".
    Aunque no todos en este ambiente son así, los hay muy comprometidos, entregados, trabajadores, rectos y aunque menos, cultos.  Pero abundan los otros. Desde luego que en México hay un gran talento, sólo falta trabajarlo, cultivarse, disciplinarse, saber trabajar con otros entes raros como nosotros, para sacar adelante la animación en México. No podemos seguir esperando a que gente de otros países venga a decirnos cómo demonios se hacen  las cosas.

Del doctor Jekyll y Mr. Hyde



Ahora que ya tenemos la Navidad encima estaba pensando en viejos conocidos. Uno de ellos un antiguo jefe de una agencia de publicidad donde trabajé, afortunadamente por muy poco tiempo. En realidad no era muy creativo, pero se sentía más de lo que el pobre podía hacer, pues su hermano, quien había establecido la empresa, sí tenía talento y eso le daba el valor de decir que era un gran publicista. Pero eso no era problema, pues todos   ya habíamos aprendido a darle el avión. El problema era que el hombre tenía una especie de Mr. Hyde, pero a la quinta potencia ya que le daba por adquirir  diversas personalidades… todas de acuerdo a la situación en la que se encontrase. Había sido abogado, para apantallar a los incautos sobre su conocimiento en leyes; pintor, para verse un poco más culto y darse caché; una dulce y tierna ama de casa, para mostrar ese lado femenino meloso y ridículo  que según él tienen las mujeres; chavo rebelde y vale madre, porque eso va bien con la publicidad y la lucha social… etcétera.   Y ahora que están de moda los perfiles en Internet, donde cualquiera puede “ser” lo que quiera,  no hay nadie que te vea de frente y  refute tu “identidad”, este hombre ha sacado  a flote todas esas personalidades en las redes sociales, a tal grado que cada uno de esos alías escribe comentarios al por mayor, no importando si son ofensivos o no, y el colmo es que SE CONTESTAN estableciendo largas conversaciones entre ellos.  Ustedes, ¿creen que esto es normal y que el “anonimato” que te da Internet otorga el derecho de hacer esto y mucho más?

De las incongruencias




Ahora resulta que a partir del próximo año una persona no podrá laborar en dos dependencias  del gobierno federal al mismo tiempo. Así que si un maestro no puede vivir con sus 5 mil pesotes mensuales (menos descuentos) que gana al dar clases y llevar a cabo trabajo administrativo, tendrá que aguantarse. Ya que no puede trabajar en otra institución pública para complementar el raquítico sueldo que apenas le alcanza para alimentar, educar, vestir, entretener…  a su familia. ¿Por qué? Porque la Secretaria de Hacienda al querer “poner en orden” las plazas de los trabajadores del gobierno ha  tomado  esta decisión. Opciones: o se joden con sus 5 mil pesos o buscan en la iniciativa privada un trabajo de medio tiempo para poder subsistir en este país lleno de oportunidades.  Ah pero eso sí, nadie está dispuesto a meter en cintura a esa bola de “maestros” aviadores que están todo el día en su casa y sólo van a cobrar (yo conozco a una familia así), ni a esos que dejaron las filas de la educación para aliarse al narco y sí reciben su sueldazo.



sábado, 11 de diciembre de 2010

De los "amigos"



Hace ya un tiempo, mientras estábamos en una junta, mi compañero de al lado no paraba de enviar mensajes por su teléfono. Claro, de forma discreta, porque si el  jefe se enteraba ya no sería el empleado del mes ni del año ni el preferido de nadie. Yo desconcertada no dejaba de ver a sus dedos moverse, quise tener esa destreza al escribir en el teclado de mi computadora. Una hora estuvimos sentados ahí y durante una hora él no dejó de escribir: “¡Hace calor!”, le escribió a alguien; “¡Mi amiga ya tiene novio!”, le respondieron.  Él se dio cuenta que lo veía y parecía poner más a la vista su teléfono. Al salir, con un aire de grandeza se acercó a mí y me dijo: “¡Es difícil estar al tanto de todo!”. Como yo no dije nada, en realidad no me interesaba mucho, él insistió. “Es que tengo 838 amigos en Facebook y como hoy es mi cumpleaños”, dijo como si hubiese descubierto el hilo negro. Aunque después agregó: “En la pizarra vi que también es el tuyo. ¡Los dos somos Libra!”.  Yo  volví a guardar silencio, no  me importaba qué signo era. Ni siquiera me importa el mío, ¿habría de importarme el de él?  
A la hora de la comida, los amigos nos reunimos. No pasábamos de cinco, pero ahí estábamos. Me habían comprado un pequeñísimo  pastel, al cual sólo podríamos darle una mordida cada uno y nada más.  Cuando volteé vi al compañero de los 838 amigos, comiendo solo una fría sopa en una mesa distante. Aunque todavía no paraba de escribir, imagino que decía a sus 838 amigos que ese día llevaba puesto un impecable traje azul, que hacía un viento que no paraba de mover los árboles,  que afuera el ruido del tráfico era insoportable y que en ese momento comía una extraña sopa, que parecía ser de letras. Mientras yo, con mis contados cinco amigos, podía escuchar el sonido provocado por sus risas, podía ver la luz de sus ojos al  recordar  la manera en que nos  conocimos y de vez en vez, podía sentir el calor de sus brazos al apretujarme contra sus cuerpos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

De los recuerdos



I

Hoy estaba pensando  en esas viejas caricaturas que nos hicieron crecer y  que nos marcaron a lo largo de los años.  No sé si a ustedes los influyeron tanto como a mí, pero gracias a ellas decidí qué camino tomar en la vida.  La primera que me impactó fue Remi (Tokio Movie Shinsha, 1977) que no me perdía cada tarde. En esos años pensaba: ¿por qué no hay niños como Remi a mi lado? ¡Yo sería más feliz con un amigo así! Pues en ocasiones, al estar contemplando la serie volteaba por los gritos que mis primos tenían y ya veía a uno trepado en el sillón queriendo volar como Superman  y otro riendo a carcajadas mientras le quitaba la paleta a su hermana. Aunque ahora que lo pienso, quizá en esos años era un poco masoquista: cómo era posible que cada tarde me sentara a  ver a Remi y soportara los innumerables descalabros por los que pasaba. ¡Ese niño nunca paraba de padecer! Aunque al final de cuentas eran las historias de éxito de la época.
    Después vino Sandy Belle (Toei Animation, 1981), quien me hizo pensar que el periodismo era una buena opción para mí. Pero cuando vi  que se trataba de escribir, buscar la noticia y batallar con los divos (hacedores de noticias o creadores de las mismas), dije: “Eso no es para mí”. Luego llegó  La Familia Robinson (Nippon Animation, 1981), yo también quería estar en una  isla alejada de todos y, para ser sincera, cómo se me atojaba la “fruta de pan” que tanto comían. Siguieron Belle y Sebastian (Toho Company, 1981), ya menos lacrimógena, pero que me entretenía tremendamente  al vivir las peripecias de Bell, Puchis (así, a la mexicana) y el pequeño Sebastian.
                Pero una de mis preferidas era Las aventuras de Tom Sawyer (Nippon Animation, 1980).  Me dio gusto cuando la encontré en una reconocida tienda de discos  (pues cuando la compré, hace más de 8 años, mi pirata aseguraba que era clon de la original y sorpresa: había episodios en inglés, otros en francés y el colmo fueron los de español de España… y no tenía ninguna opción de subtítulos). 
                Algunas  otras fueron Calabozos y Dragones (Toei Animation, 1983?) y Thundercats (1985). La mayoría de estas series jugaban con el imaginario del niño y nos hacían querer estar en esas tierras lejanas, tener poderes, disfrutar de deliciosos platillos o simplemente, vivir vidas diversas.
                Esos relatos, universales y capaces de encajar en la mayoría de las culturas y los contextos, manejaban con gran precisión las emociones y valores de los personajes, lo que los hacían atractivos para el televidente.
                No sé ustedes, pero yo extraño mucho esas series y creo que las animaciones de ahora carecen de ese hilo conductor que los “grandes culebrones”, como les llaman en algunos países,  tenían y hacían que cada tarde pasáramos un par de horas frente al televisor.

II

Ahora que hablamos de los recuerdos y la televisión mexicana, también viene a mi memoria un personaje que tuvo lo suyo hace algunos años. ¿Recuerdan a Gastón Santos? Para quienes  hayan contestado que no, les diré que Gastón  fue un actor (aunque en realidad era rejoneador nacido en San Luis Potosí): güerito, simpático,  y que se veía  bastante bien montando a caballo. Él incursionó en el cine y filmó algunas películas. Las que más recuerdo:     Una bala es mi testigo (1960), El grito de la muerte (1959), El pantano de las ánimas (1957) y La flecha envenenada (1957).
Esas películas también formaron parte de mi niñez, decir que eran una maravilla, sería mentir pero por ver a Gastón Santos yo era capaz de cualquier cosa.  Además, sus películas, al igual que las del Santo, el enmascarado de plata, para mí son de culto. Pues Gastón Santos era un héroe que siempre resolvía los intrigados misterios a los que se enfrentaba. Y desde luego que salvaba a la damisela en peligro y se quedaba con ella… para eso era el héroe. Aunque a diferencia del enmascarado de Plata, el güerito rejoneador, no se enfrentaba a mujeres vampiros ni hombres lobos ni seres extraterrestres ni a ningún ente que trastocaba la tranquilidad de la humanidad. No, él sólo tenía que lidiar con muertos, aparecidos y un misterio creado por algún malandrín humano que al final recibía su merecido. 
Y ya que hablamos de cine. ¿Llegaron a ver las películas de Manolín y Chilinsky? Éstos eran dos personajes dedicados a la comedia  y que hicieron de las suyas durante algunos años en las pantallas mexicanas. Manolín, interpretado por  Manuel Palacios, era el simplón, inocente y en ocasiones medio atarantado que metía en problemas a su acompañante.  Vestía de traje, con un chistoso sombrero y usaba bigote a la Chaplin. Chilinsky, Estanislao Shillinsky,  parecía  ser el inteligente, el culto, el refinado hombre de traje impecable, bigote discreto y que a veces no soportaba a su compañero. Algunas de sus cintas son:  Vivillo desde chiquillo (1951), Nosotros los rateros (1949) y desde luego la muy conocida Fíjate qué suave (1948). Sus comedias eran entretenidas, sanas y con mucho humor blanco. Nada de lo que ahora muchos creen que es comedia y entretenimiento: albures, doble sentido, albures, doble sentido, albures, doble sentido…  y más albures.
III
Arriba les hablé de mi antiguo pirata (sí, la piratería es un delito, pero la economía, al menos la mía, no está para andar despilfarrando el dinero). Pues bien, creo que todos tenemos un pirata preferido y de confianza  (en la colonia, en la calle, en el trabajo, donde sea), al cual acudimos cuando el dinero no alcanza para ir al cine o cuando en la televisión no hay nada interesante que ver (cosa rara en la televisión abierta). Hace ya algunos años tenía un pirata al cual llamaremos Paquito (no vaya a ser que lea esto)  y siempre que  lo veía me decía: “Hola, amiguita. Mira tengo de las películas que te gustan”. Y me enseñaba los churros más garrafales que se exhibían en las salas cinematográficas y por los cuales no pagaría un peso. “No, Paquito, a mí no me gustan de esas”, le hacía  saber, aunque no sé para qué pues nunca recordaba qué tipo de películas compraba yo.  Cada vez que adquiría una película, la sacaba de su estuche y me la mostraba: “Mira amiguita, está bien grabada”. Él la veía con detenimiento, como si tuviera rayos X y pudiera notar que efectivamente el proceso de copiado era eficiente en cada una de las capas que tenía el disco. Luego me decía: “Y está en español de Barcelona”. Yo, por respeto, nunca dije nada, y sólo pensaba  las diferencias entre el español de Barcelona  o el de Madrid, aunque él sólo se refería a que, simplemente,  la película estaba en español.  
                Aunque el colmo fue cuando un día me hizo saber que una de las películas más taquilleras de ese fin de semana estaba buenísima.  Me la ofreció. Le pregunté: “Entonces, ¿ya la viste, Paquito?”.  Su respuesta: “¡Sí, fui el fin de semana al cine… Ya ves que luego las piratas no se ven bien!”. Paquito era todo un caso, pero por obvias razones tuve que cambiarlo  por otro pirata que siempre tenía las películas de arte que yo le pedía. Paquito afirmaba: “No, amiguita, esas películas están bien difíciles  de conseguir… ¡No te gusta algo más normalito!”.

IV


Dirán que soy chapada a la antigua, pero hace unos días escuché en la casa de un vecino las alegres letras de La negrita cucurumbé. Hacía años que no la escuchaba. Me asomé discretamente por la ventana y vi a una anciana cantando alegre la canción. Yo, a diferencia de mucha gente de mi edad, crecí con los discos de Cri-cri que alguien, quien quizá pretendía salvar un poco mi gusto musical, me regaló.  Y entonces recordé  mi historia musical. ¡Porque todos arrastramos una historia musical! La cual está conformada  por los hermanos, padres, tíos,  amigos y hasta los vecinos (no les ha pasado que cuando menos se dan cuenta ya están tarareando el sonsonete que suena  en la radio y que su vecino siempre pone y canta a todo pulmón). Y esa historia musical tiene etapas, algunas vergonzosas, pero están ahí. La historia musical de cada uno es como los estados de creación de los pintores: tenemos una etapa azul cuando el ser amado nos deja y nos da por escuchar música que habla de desamor, de dolor, de llanto  o cuando ponemos a José José a todo lo que da después de una borrachera; tenemos una etapa amarilla cuando diversos sentimientos se adueñan de nosotros y nos sentimos más plenos, más seguros y con la idea plena de comernos el mundo de un bocado; una etapa roja cuando nos sale el Che Guevara que todos llevamos dentro, y nos da por escuchar toda la música de protesta que nuestros oídos pueden soportar; una etapa negra que hace que el hevy metal retumbe en nuestra habitación; y una etapa rosa donde nos da por escuchar la música más fresa que existe en el ámbito comercial (lo admito, jamás pasé por esa etapa). Aunque lo sano es llegar a un estado donde el blanco domine y ya, después de tantas transiciones y cambios tan abruptos, somos capaces de disfrutar, tranquilamente,  leyendo un buen libro y dejando que el mundo ruede no muy lejos de nosotros, la pasión de Pablo Casals ante el ronco sonar del cello.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La Pesocracia


No  sé si ustedes se han puesto a pensar que vivimos en el país del $ 1.00 (aunque ya es sólo un decir, pues a veces se necesitan 2 o hasta 5). ¿Por qué? Porque para comenzar un día cualquier tenemos que salí con una buena dotación de morralla en la bolsa.  Sales de tu casa y te encuentras a tu vecinito que al ver que llevas las bolsas de la basura en la mano  te dice: “¡Sí quiere yo se la tiro!”. Se la das  y tiende la mano esperando una moneda. “¿Y para el de la basura?”, te pregunta y ahí va otra moneda. Llegas al metro en la escalera una anciana pide una limosna. Si te compadeces de ella otra moneda. Ya en el vagón: un niño que se arrastra te limpia los zapatos y otra moneda sale de tu bolsillo.  Desaparece el niño, llega un campesino que te extiende un papel: pide una moneda más. Luego se suben un par de niños con los rostros pintados y hacen un show bastante bizarro: siguen las monedas.  Te bajas, caminas por la calle y mientras esperas que el semáforo cambie para cruzar la avenida un niño te pide para un taco. Entras a tu trabajo y dices: “¡Por fin!”, tocando tu  bolsa ya no tan espléndida.  Por la tarde, sorpresa, no puedes salir a comer así que la señora del aseo se ofrece ir a comprarte una torta, esperando a su regreso, claro está, una moneda.  Y por la noche, subes el puente peatonal  y en las escaleras un niño te agarra el brazo y te dice: “¿No me regalas un peso amiga?”.
      Si hacemos cuentas: al hijo de tu vecino que te tira la basura  le das 5 pesos, para no verte tan tacaño y que no vayan a hablar mal de ti en la calle; para el de la basura le dejas  2 pesos, ellos al final de cuentas ni te conocen porque nunca estás; la mujer de la escalera, 1 peso; al niño que limpia los zapatos, otro peso; al campesino 1 peso más;  a los payasitos improvisados 1 peso;  para el taco del niño, 1 pesos; a la señora que te hace el favor 5 porque no vaya a ser que después no quiera ir;  y al pequeño que hasta “amigo” te dice otro peso.  En total 18 pesos. Si multiplicas eso por 5 días son 90 pesos a la semana, por 4 semanas da un total de 360 pesotes al mes.
                Como verás, vivir en el país del peso no es nada económico. Y eso si sólo cuentas pesos, se te quieres ver más espléndido el gasto es mayor y si a eso le agregas el “viene viene” y el niño que empaca las cosas en el mercado (cerillo), la propina del restaurante y todas esas demás pequeñeces en las que debemos gastar, verás que por más que trabajemos no nos alcanzaría para pagar a todos aquellos que piden un peso.

jueves, 25 de noviembre de 2010

De la superación académica


Lo primero que les platicaré es algo que podría decir que me dejó con la boca abierta, pero la verdad, en este México ya pocas cosas me sorprenden. Resulta que un amigo, a quien en su trabajo le piden la Maestría, realizó algunos trámites para cursar ésta en reconocida institución dedicaba a “fortalecer”  y  “acercar” a la gente a las bellas artes de este país. Su sorpresa fue que no calificó para ser candidato a ese grado académico. Ustedes han de pensar que el pobre era un papanatas bueno para nada, inculto y atarantado, pero NO. La respuesta que le dio la institución fue: 1) Tenía un currículum muy amplio  y necesitaban gente sin tanta experiencia laboral; 2) Parecía ser  muy crítico y para ellos esos seres críticos sólo sirven para cuestionarlos y quitarles el tiempo.
                Aquí nos enfrentamos a dos cosas:
-          * Tal parece que tener una maestría ya es indispensable   (como si ello fuera sinónimo de más capacidad intelectual y mejor preparación ante las oportunidades que este país no ofrece).
-          * A la gente crítica no se le puede tener cerca porque,  sin lugar a duda, cuestionará todo y podrá  mover el sistema que parece seguir patrones determinados, con moldes establecidos,  para tener un rendimiento más o menos aceptable.