Es verdad que la vida está llena de paradojas y cosas extrañas que como simples y endebles humanos no acabamos de entender. Hace rato que escribía algo en el blog de los Anima-dos, recordé una serie de hechos de mi vida como estudiante, que quizá no tengan que ver con la animación, pero sí con lo delirante de la vida en México y en la educación a quien para muchos, al igual que la animación, es una PUTA (ahora que se quiere reivindicar el concepto) que explotan a más no poder.
En la escuela en la que yo estudié, ubicada allá por el rumbo de Interlomas (no digo nombre porque no vaya a ser que su loco director me persiga), era una especie de cacicazgo inquisitorio desensibilizado (no creo que ya haya cambiado). A nosotros como alumnos nos vendían la idea de que la educación era lo máximo, igual que la carrera que estudiábamos, pero, ahora me doy cuenta que esa escuela sólo era una manera de explotar a ingenuos que pueden pagarla porque la educación poco les importa. Cuando alguien le importa la educación tiene que ver que los dos ejes que la mueven se encuentren bien: alumnos y maestros. Yo como alumna no me sentía bien (me chocaba pagar el estacionamiento de mi propia escuela y que la comida en la cafetería fuera tan cara y tan mala). Como logré establecer amistad con algunos profesores, que afortunadamente pudieron salir huyendo del lugar, me enteré de algunas cosas que la escuela hacía con ellos:
- Al finalizar el semestre, los profesores que no fueran de planta debían firmar su renuncia para que los volvieran a contratar el próximo ciclo. ¿Por qué? La escuela podría dar muchos argumentos jurídicos pero la cruda realidad es que así la escuela no tenía ningún compromiso laboral con sus obreros y evitaba pagar algún tipo de prestación. Si un obrero es despedido cada cuatro o seis meses, jamás tendrá antigüedad. ¿Eso qué implica?
- Al ser recontratados debían firmar un documento que afirmara que los profesores no tenían ningún crédito con Infonavit… si no, simplemente no eran contratados. Y que en sus recibos de nómina viniera impresa la leyenda: “Declaro que esta no es ni mi principal ni mi única fuente de ingresos.” ¡Ah, qué abusados!
- Esto traía consigo el hecho de que si algún profesor o miembro de su familia se enfermaba en vacaciones o un mes después de iniciar el nuevo semestre (porque tardaba más de un mes para volver a darlo de alta en el seguro social) no podía acudir al hospital, pues no era derechohabiente.
- Además, en la escuela existen los llamados cursos de verano donde uno se puede inscribir para recursar una materia o simplemente para adelantar. A nosotros nos cobraban el curso completo, pero si por algo a los directivos se les ocurría que un maestro no diera clase un día, pues no la daba y al profesor le pagaban menos o si eran pocos alumnos, y el profesor era de planta, simplemente no le pagan el curso.
- Para mí, el peor vicio que puede tener una institución educativa es engrosar sus filas con su misma gente. Quizá en otro tipo de institución esto funcione, pero en una que está llena de fracturas y vicios no es conveniente. Así que pronto podías ver a tu excompañero (que además no demostraba mucho talento en clase) trabajando para la escuela y quizá, eso si no me consta, ganando más que los maestros.
- Profesores que podían haber realizado un cambio a nivel institución, eran despedidos con cualquier pretexto y por diversos motivos: o no eran los lamebotas del director (que ahí abundan); o no tenían la misma forma de pensar que éste (demasiado retrógrada para alguien que dirige una escuela); o simplemente estorbaban para colocar en su puesto a la amiga, de la amiga, de la amiga… (¡se dan cuenta cómo en todos los ámbitos pasa lo mismo!).
- Por si fuera poco, cada semestre el alumno evalúa al profesor (algo que no está mal si el proceso fuera honesto, transparente y ético), y si algún profesor le cae mal a un alumno, éste lo puede calificar mal sólo por desquitarse (así le hizo un compañero hijo de papi) y lo que puede ocasionar es el despido del profesor porque en esos menesteres sí importa el alumno.
- Y como todos los profesores, que no son de planta, son súper ricos y como la leyenda de sus recibos dice que ese trabajo no es su fuente principal, pues les tardan en pagar entre uno o dos meses después de iniciado el semestre, depende del caso. Pero yo en una ocasión no pude pagara tiempo la parte de mi colegiatura que me correspondía (porque tenía beca), casi me suspenden por atreverme a tardarme con el pago.
Pero no sólo esto está muy mal, sino que muchos de mis compañeros sólo iban a la universidad a comprar su título, pues ya tenían la vida resuelta al heredar la empresa de papi. Por lo tanto, no estudiaban, no ponían atención en clase y le faltaban al respeto a los profesores. Es más, en una ocasión un compañero encaró al profesor y le dijo que cómo se atrevía a dejar de tarea la lectura de un libro cuando él iría a Europa de vacaciones y nos las iba a arruinar leyendo un pinche libro. Pero eso sí, todos quieren pasar con diez por el sólo hecho de paga runa colegiatura elevada y comprar un título.
Aunque también, había maestros muy aferrados y medio esquizofrénicos, que iban en su rol de ser los súper doctores egresados de no sé dónde (hasta escuelita en línea) y que por lo tanto los alumnos éramos unos retardados mentales. O por qué no, los que ni siquiera sabían cómo demonios te llamabas.
En fin, podría seguir con la lista (tanto de alumnos, maestros, institución y directivos locos), pero la verdad sólo estoy enfadándome cada vez más al darme cuenta de la incongruencia que existe en todos los ámbitos del país. Es triste que muchas de estas situaciones pasen en la educación porque cuando nuestro país está en crisis, cuando la sociedad está en crisis y cuando el individuo está en crisis, las instituciones educativas (al igual que la familia) pueden ser los espacios donde el individuo comience a fortalecerse y a darse cuenta de su entorno mediato. Pero en una escuela donde existen tantas incongruencias, qué se puede lograr. ¿En verdad les importa la educación?